domingo, octubre 22, 2006

Trees

Cada vez que tengo que programar un árbol, o usar un árbol, o recorrer un árbol, o algo con un árbol me acuerdo de Cristian en primero de carrera, recién venido de Ingeniería Agrícola. Parece ser que ya llegó odiando los árboles, aunque de otro tipo, debido a una asignatura también lastimosa, y en cuanto tuvo que programar el primero los odió todavía más, si cabe. No digo que no sean útiles, pero yo también los odio con pasión. Aunque al menos aún me gustan los de verdad, incluso cuando se ponen tristes y pierden las hojas como lágrimas y cambian del verde al marron y ya no es lo mismo, por mucho que algunos digan que tienen su encanto...

Y además creo que estoy trabajando demasiadas horas.

miércoles, octubre 11, 2006

La historia no ha terminado

Oigo en la radio a sesudos tertulianos y eminentes sociólogos hablar de una juventud idiotizada, acomodaticia, pasota, una juventud que abarrota los bares los fines de semana, que exige todo y no hace nada. Siempre me sorprendió la pasmosa facilidad con que la generación de mis padres hace análisis tan rotundos sobre una juventud tan difícil, tan heterogénea como es la nuestra. Una generación muy informada pero desorientada, sin referentes culturales e ideológicos claros que nos den alguna respuesta, que generen nuevas dudas. Una generación que supone la incógnita de una ecuación difícil de resolver.


Miro a esa otra generación que nos parió y nos educó, la de nuestros padres, y me es difícil concebir que algún día fueron jóvenes. Me cuesta identificarlos con aquellos chavales con pantalones de campana, corriendo delante de los grises, todos en La Sorbona, luchando por un mundo que no es el que nos dejan. Me asombra ver cómo esta generación, la que nos deja esta felicidad tan mal repartida, la que pide mano dura para nosotros -los niños descerebrados- elude su responsabilidad en todo esto: son ellos los que gestaron el fin de las ideologías, los que nos dejaron los contratos basura, los que nos programan telebasura, los que gobiernan.


Pero no generalicemos, no caigamos en el error de tomar una parte por el todo. Mi generación es la generación de los okupas, de los insumisos, de los estudiantes de la Autónoma de Barcelona corriendo delante de los de azul, de los hijos de los desaparecidos en Latinoamérica, de los contratos basura, de los que participan en ONG honestas, en proyectos de solidaridad con Chiapas. Mi generación es la de los chavales de "Barrio" planeando una huída, los que leen los versos de García Montero, los que escuchan a Extremoduro o a Silvio, los que saben que la historia no ha terminado.

Ismael Serrano.
Diario 16. 16 marzo 99

jueves, octubre 05, 2006

Bartenders

Hace unos pocos días trabajamos en el bar la shuset (student house) de Copenhague. Trabajamos sin cobrar, a cambio la diversión, la experiencia y algunos (pocos) vales para cerveza, más alguna clandestina que nos bebimos. Fue divertido. Desorientadas al principio, más cómodas después. Nos reimos mientras Lola fabricaba espuma con el grifo de cerveza o se bloqueaba la máquina de cobrar. Aprendimos a contar pintas en danés. Alguien me pasó su teléfono. Oh! Nos volvimos a equivocar cobrando a los amigos, que no tienen descuento de miembro... Y acabó nuestro turno, y nos reunimos con los de delante de la barra y con los que estaban detrás y se nos unieron...

Y yo no pude evitar acordarme de aquel verano en el bar de las piscinas de Aguarón. Berta, Alicia y yo. Las negociaciones con el alcalde, los nervios del primer día ante la máquina del café y el grifo de cerveza, los cíclicos días que vinieron después, hasta romper con mi fiesta de despedida. La relajación al sol por las mañanas, un café con Ángel, mi madre, Alejandro antes de empezar. La hora del café. Cambios de turno. Seis de la tarde, movimento de niños y helados winnie de pooh, madres y dieta de la cerveza, abuelas y café con leche bien caliente. Y la señora del soldado. Hora de la cena. Contar, cerrar, a casa.... Y vuelta a empezar...

Qué bien lo pasé. Un bonito recuerdo.

domingo, octubre 01, 2006

El infierno

En tiempos coloniales, Palenque fue el santuario de libertad que escondía, selva adentro, a los esclavos negros fugitivos de Cartagena de Indias y de las plantaciones de la costa colombiana.
Pasaron los años, los siglos. Palenque sobrevivió. Los palenqueros siguen creyendo que la tierra, su tierra, es un cuerpo, hecho de montes, selvas, aires, gentes, que por los árboles respira y llora por los arroyos. Y también siguen creyendo que en el paraíso reciben recompensa los que han disfrutado de la vida, y en el infierno reciben castigo los que han desobedecido la orden divina: en el infierno arden, condenados al fuego eterno, las mujeres frías y los hombres fríos, que han desobedecido las sagradas voces que mandan vivir gozando con alegría y pasión.

Eduardo Galeano
- Patas arriba-